Facebook nació en el 2003 como ‘Face match’, una aplicación para ligar. ¿Quién imaginaría que la plataforma sería utilizada para influenciar elecciones a nivel mundial? Google fue creado con la misión de “organizar la información del mundo y hacerla accesible y útil”, pero su director, Eric Schmidt, ha reconocido la compleja evolución de su buscador: “Una de las cosas que no entendía en los comienzos fue que estos sistemas pueden manipular a la opinión pública de formas que no coinciden con lo que pensamos de la democracia”. Esta dualidad en el uso de la tecnología se observa también en las formas en que los líderes mundiales gobiernan sus territorios.
China cuenta con una red de vigilancia de más de doscientos millones de cámaras, y el Gobierno ha impulsado avances tecnológicos cuyas aplicaciones han sido cuestionadas por activistas pro derechos humanos. Ha instaurado un sistema de crédito social que evalúa la conducta de cada ciudadano de acuerdo a los parámetros del Gobierno, y algunas ciudades cuentan con pantallas gigantes que publican listas de morosos.
Este tipo de medidas de vigilancia para controlar a la población no se quedan en territorio chino, sino que el propio Gobierno del presidente chino Xi Jinping las está exportando como un modelo de éxito.
El éxito de la China de Jinping ha seducido a muchos líderes a nivel mundial con un modelo que la académica Shoshana Zuboff ha descrito como una “incubadora para el capitalismo del terror”. Una investigación de Freedom House reveló que China le ha vendido tecnología a 18 países y 36 han participado de seminarios formativos en temas como “guiar la opinión pública”. El senador estadounidense Marco Rubio ha acusado al país de estar “en el negocio de exportar su autoritarismo“.
Venezuela se ha sumado a la lista. La empresa de telecomunicaciones ZTE ha ayudado al gobierno de Nicolás Maduro a crear el “carnet de la patria”. No es un simple documento de identidad. El Gobierno de Maduro ha invertido cerca de 70 millones de dólares para ofrecer subvenciones a través de él, pero su afiliación no es gratis. Los ciudadanos proporcionan una gran cantidad de datos como información familiar, ingresos, membresía política y actividad en las redes sociales de los que se sirve el Gobierno.
En Ecuador hay más de 4.000 cámaras que nutren los centros de monitoreo policial. Un artículo del New York Times reveló que la policía ecuatoriana pasa sus días revisando las grabaciones dentro de 16 centros que emplean a más de tres mil personas a lo largo del país. La tecnología es china y se instaló en el 2011. El diario norteamericano desveló que las grabaciones también han terminado en la temida Agencia de Inteligencia Nacional que bajo el mandato del expresidente Rafael Correa acumulaba un largo historial de seguimiento, intimidación y ataque a opositores políticos.
Otro comprador es Zimbabue. El estado africano adquirió del ‘start up’ Cloud Walk una serie de artefactos para construir un sistema de reconocimiento facial y reforzar su seguridad. A pesar de que la empresa Cloud Walk es una compañía privada, numerosos medios de comunicación de la región constatan que ha recibido subvenciones millonarias del Ejecutivo de Jinping.
La empresa china de vigilancia y seguridad Yitu Technology le vendió a Malasia cámaras portátiles con tecnología de reconocimiento facial para reforzar la seguridad en espacios públicos, según las autoridades locales. La tecnología de la compañía puede identificar a una persona en su base de datos de 1.800 millones de personas en tres segundos con una precisión del 95%.
Y los gobernantes chinos tienen acceso a las distintas bases de datos que generan sus empresas tanto en su territorio como en el extranjero.
Otro de los clientes más polémicos de China es Corea del Norte. Huawei y la empresa estatal Panda International Information Technology construyeron una red telefónica en el país, según una investigación del Washington Post. Esta inversión ha sido criticada por ir en contra las sanciones que se le han impuesto a la península para forzar su desnuclearización.
Estos modelos no se han originado del día a la mañana. En 2010 una delegación de países, incluidos Siria y Rusia, acudió a las Naciones Unidas con un pedido: establecer fronteras soberanas en el mundo digital. La petición no prosperó, pero Rusia ha encabezado tentativas para lograrlo. El Kremlin ha intentado diseñar un proyecto de Internet independiente, y el Gobierno ruso ha llevado a cabo desconexiones temporales para ver si en caso de agresión extranjera Rusia se podría desenchufar de la red global.
Estas prácticas contradicen el optimismo con el que muchos veían la tecnología. Analistas de Foreign Affairs detectaron que estos usos de las herramientas tecnológicas representan un retroceso en la liberalización de los países autoritarios porque les permite hacer cambios en la calidad de vida de las personas y mantener su control al mismo tiempo. Los académicos apuntan a que la equiparación entre gobiernos autoritarios y pobreza que propiciaba su liberación ya no es tal y cada vez resulta menos atractivo cambiar el modelo.
FUENTE: https://www.elconfidencial.com/mundo/2019-09-20